martes, 10 de marzo de 2015

NÓMINA CURSO

FORMACION EN VALORES DESDE LA MIRADA DEL CINE

 Miércoles   6º y  7º 
sala: C110 
Profesora : Ana María Madariaga Meza

1.- 17.964.533 TAPIA OSSANDON VICTORIA PAZ 2009 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV victoria.tapia.o@alumnos.upla.cl
2.- 17.352.848 CERDA CISTERNAS FRANCISCA IGNACIA 2010 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 8413 OPTATIVO IV francisca.cerda.c@alumnos.upla.cl
3.- 19.455.138 SEPULVEDA GONZALEZ PRISCILA BETIANA 2010 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 8513 OPTATIVO V priscila.sepulveda.g@alumnos.upla.cl
4.- 16.664.885 MARCHANT FARIAS VIVIANA JUDIT 2011 2.600 ED.PARVULARIA /VALPSO. EPA 8513 OPTATIVO V viviana.marchant@alumnos.upla.cl
5.- 17.809.408 PERAL AGUAYO CAMILA ANDREA 2011 2.600 ED.PARVULARIA /VALPSO. EPA 8413 OPTATIVO IV camila.peral@alumnos.upla.cl
6.- 17.816.203 ALVAREZ CARREÑO JOSE ALFREDO 2011 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 8413 OPTATIVO IV josealvarez@alumnos.upla.cl
7.- 18.447.485 RUBIO ROMAN JOSE MANUEL 2011 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 8413 OPTATIVO IV jose.rubio@alumnos.upla.cl
8.- 18.786.860 VALDES BETTANCOURT NINOSKA LORETO 2011 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 7513 OPTATIVO III ninoska.valdes@alumnos.upla.cl
9.- 18.162.717 FUENZALIDA HERNANDEZ JUAN FRANCISCO 2011 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV juanfuenzalida@alumnos.upla.cl
10.- 17.752.359 LORCA PONCE DAVID ANTONIO 2011 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 8513 OPTATIVO V david.lorca@alumnos.upla.cl
11.- 18.297.989 GONZALEZ MOREIRA GABRIEL IGNACIO 2011 2.640 PED.EN EDUCACION MUSICAL EMU 7513 OPTATIVO IV gabrielgonzalez@alumnos.upla.cl
12.- 18.291.520 OSSANDON CABRERA NICOLAS ESTEBAN 2011 2.647 PED.EN ED.FISICA-VARONES EEF 7513 OPTATIVO IV nicolas.ossandon@alumnos.upla.cl
13.- 17.901.578 TRONCOSO ESPINOZA LEANDRO JAIR 2011 2.647 PED.EN ED.FISICA-VARONES EEF 8513 OPTATIVO V leandro.troncoso@alumnos.upla.cl
14.- 16.917.674 DONOSO CARVAJAL GIOVANNI ANDRES 2011 2.650 PED.EN HRIA Y GEOG. VALPARAISO EHG 8613 OPTATIVO IV giovanni.donoso@alumnos.upla.cl
15.- 17.945.093 SEGURA VICENCIO RODRIGO ROBINSON ALFRED 2011 2.660 PED.EN BIOLOGIA Y CIENCIAS EBI 6513 OPTATIVO II rodrigo.segura@alumnos.upla.cl
16.- 18.041.138 CARREÑO CABRERA MAXIMILIANO SALAIMEN 2012 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 7513 OPTATIVO III maximiliano.carreno@alumnos.upla.cl
17.-18.036.215 CASTILLO RIQUELME FRANCISCA MACARENA 2012 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 7513 OPTATIVO III francisca.castillo@alumnos.upla.cl
18.- 18.571.947 DIAZ JARAMILLO MADELYNE YESMIN 2012 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 6513 OPTATIVO II madelyne.diaz@alumnos.upla.cl
19.- 18.299.161 LOBOS VARGAS ARLETTE NAYADE 2012 2.610 PED.EN CASTELLANO/VALPSO. ECA 7513 OPTATIVO III arlette.lobos@alumnos.upla.cl
20.- 18.515.391 ANGEL MARTINEZ DANIELA FIAMMA 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV daniela.angel@alumnos.upla.cl
21.- 18.268.672 ARANEDA REYES ALAN GABRIEL 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV alan.araneda@alumnos.upla.cl
22.- 18.105.118 CACERES ESCOBAR JAVIERA SOLEDAD 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV javiera.caceres@alumnos.upla.cl
23.- 17.930.566 CACERES TOLORZA CLAUDIO HIPOLITO 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV claudio.caceres@alumnos.upla.cl
24.- 22.057.503 FERNANDEZ SILVA JAVIERA NAIN 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV javiera_fernandez@alumnos.upla.cl
25.- 17.964.850 FREDES MENESES VALERIA ANALIA 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 8513 OPTATIVO V valeria.fredes.m@alumnos.upla.cl
26.- 17.954.798 MENDEZ GONZALEZ DIEGO CAMILO 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV diego.mendez@alumnos.upla.cl
27.- 18.659.343 PAILAQUEO CABRERA DANIEL ESTEBAN 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV daniel.pailaqueo@alumnos.upla.cl
28.- 17.713.468 PECES ALFARO KAREN JENNIFER 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV karen.peces@alumnos.upla.cl
29.- 18.626.531 PEREIRA ESQUIVEL NATALIA BELEN 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV natalia.pereira@alumnos.upla.cl
30.- 17.978.529 SANTANA PASTEN VICTOR FELIPE 2012 2.625 PED.EN INGLES/VALPO. EIN 7513 OPTATIVO IV victor.santana.p@alumnos.upla.cl

LAS VIRTUDES FUNDAMENTALES O CARDINALES

LAS VIRTUDES FUNDAMENTALES O CARDINALES.
(Bibliografía: Las virtudes fundamentales, de Josef Pieper).

Concepto y origen
Hemos señalado que el ser humano posee una serie de potencialidades que puede ir perfeccionando a lo largo de su vida. Por lo mismo, tiene la capacidad de desplegar una cantidad considerable de virtudes posibles, como la valentía, la honradez, la mesura, la 0paciencia, la generosidad, la perseverancia, la responsabilidad, el orden, en fin, la lista podría ser enorme. Sin embargo, ¿existirá alguna o algunas virtudes más fundamentales que otras?
La respuesta es afirmativa. Hay virtudes fundamentales, llamadas por lo mismo cardinales (del griego cardo, que significa gozne o quicio), que “sostienen” a las restantes a modo de cimientos. Son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
El hecho de que sean la base de las demás implica que, en un hombre virtuoso, se encontrarán desarrolladas en proporciones más o menos iguales; y, a la vez, que para conseguir alguna en particular será necesario desarrollar también las otras en mayor o menor grado. Es decir, son interdependientes, se relacionan entre sí y se “alimentan” unas a otras. En efecto, resulta improbable que alguien que sea extremadamente justo sea, al mismo tiempo, débil, destemplado e imprudente; y lo mismo puede decirse de las demás virtudes. Pero, y con todo, ¿por qué esto es así? Porque el hombre es una unidad; y en cuanto tal –y a pesar de estar constituido de partes distinguibles, no separables—, lo que realiza en un ámbito repercute en los restantes. No puede “parcelar” su actividad como si se tratara de compartimentos estancos.
Veremos a continuación cada una de las virtudes cardinales por separado, a efectos de ilustrar mejor su naturaleza y características.

1. La templanza
La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres sensibles o deseos, y procura un equilibrio en el uso de los bienes. De esta manera, asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. No anula, sino que orienta y regula los apetitos sensibles, y la manera de satisfacerlos. Así, por ejemplo, no suprime el deseo de comer pero regula cómo y en qué cantidades hacerlo, de modo que no se sobrepase los límites razonables (que son, a su vez y por lo mismo, los
templados).
La templanza, también llamada moderación, está referida al tipo de respuesta que la persona debe producir frente a los placeres sensibles y a los deseos vinculados con ellos, llamados también apetitivos. Estos deseos, que dicen relación con las funciones fisiológicas, son los de alimento, bebida y la satisfacción del impulso sexual.
La moderación, en cuanto virtud, constituye el término medio entre dos extremos igualmente viciosos Así, por el lado del exceso el vicio se llama intemperancia o desenfreno, y por el lado del defecto insensibilidad. Dicho de otro modo, frente al apetito del gozo sensible en sus tres formas, existe la posibilidad del más, del menos y del justo medio. La moderación es el justo medio, y constituye lo mejor.
Para Aristóteles, el moderado es aquel que no sólo se abstiene sino que siente repugnancia frente al tipo de placer que busca lo inmoderado o desenfrenado, y a la forma en que lo busca. Teniendo en cuenta que todos comemos y bebemos, y que muchos satisfacen deseos sexuales, la diferencia entre el moderado y el desenfrenado radica en el cómo, cuándo, dónde y qué medida satisface dichos impulsos o deseos.
Digamos que el moderado es como un gentleman, que cuando ve a alguien comer en exceso le parece una barbaridad.
Para Aristóteles, el moderado encuentra gozo en aquellas cosas que son sanas y adecuadas, y que corresponden a los estándares de la moderación. Dichos estándares no son una lista abstracta a la que todos debemos ajustarnos por igual, sino que dependen de cada uno y de otros múltiples factores. Así, por ejemplo, la alimentación adecuada para un atleta no es la misma que para una persona de vida sedentaria; aunque para ambos hay una medida adecuada y el deber de moderación.

2. La fortaleza o valentía
La fortaleza es la virtud moral que asegura, en las dificultades, la firmeza y constancia en la búsqueda y práctica del bien. Es la actitud de superar los obstáculos, de obrar pese a las dificultades.
La fortaleza es un término medio entre dos extremos igualmente perniciosos: la temeridad y la cobardía.
Ante el bien difícil de conseguir o el mal difícil de evitar, pueden darse dos actitudes fundamentales: temor (resistir, soportar, sostener; sustienere mala) y audacia (atacar, agredir; aggredi pericula).
Sustienere mala refiere al miedo o al cansancio que provoca un daño, un mal, una dificultad o un enemigo. Sin embargo, la esencia de la fortaleza no es no tener miedo, sino actuar a pesar de él. Ser fuerte no es ser impávido o presumido, pues eso significaría o no conocer la realidad o poseer un desorden en el amor. Amor y temor se condicionan mutuamente: cuando nada se ama, nada se teme. Trastocar el amor es trastocar el temor: no amar al hijo es no temer perderlo. De lo que trata la fortaleza es de la justa medida.
El hombre fuerte es consciente del mal, no es un ingenuo ni iluso. Lo ve, lo capta, lo siente pasionalmente. Pero ni ama la muerte ni desprecia la vida. Como decíamos, la esencia de la fortaleza no es no sentir miedo, sino impedir que el miedo fuerce a hacer el mal o a dejar de hacer el bien. Su esencia no es desconocer el miedo, sino hacer el bien. Se debe temer lo temido, pero hay que conseguir el bien con miedo, con esfuerzo, con dolor y con resistencia. Valiente es quien tiene la conciencia de sentir miedo razonable cuando las cosas no ofrecen otra opción.
Se puede hacer frente al posible daño de dos modos: resistiendo o atacando. El acto principal de la fortaleza no es atacar sino resistir. Prima el soportar, aunque no se trata de una pura resignación pasiva.
Ocurre que no se trata de que en sí mismo sea más valeroso resistir que atacar –a veces, incluso, sucede al revés—, sino de que, en casos extremos, la resistencia es la única opción que queda: por decirlo así, resulta el último recurso de la fortaleza. Como ya no existe otra forma de oponerse a un mal que resistir, no es pasividad sino un acto de la voluntad, una actividad del alma de fortísima adhesión al bien: la perseverancia en el amor
al bien ante los daños que puedan sobrevenir. Así, resistir es pasivo sólo externamente: internamente existe una fuerte perseverancia del amor que nutre al cuerpo y al alma ante los ultrajes, las heridas y la muerte (en esto, la fortaleza se asemeja a la paciencia).
3. La prudencia
La prudencia es la primera y más importante virtud cardinal, puesto que las otras dependen de ella.
La prudencia –que no significa “cautela”—es la capacidad de ver las cosas correctamente, de apreciar la realidad en su adecuada dimensión. Implica el recto juicio de las circunstancias del caso, para saber qué hacer, aplicando la norma general que regula la materia a ese caso en particular. O, dicho de otra manera, dispone a la razón práctica para discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y elegir los medios más rectos para hacerlo. Por eso, Josef Pieper la ha llamado también objetividad.
El contacto objetivo y desprejuiciado con la realidad resulta vital, particularmente si recordamos que la prudencia es una virtud moral –aunque, por sus características, es también intelectual—y que, por lo mismo, se encuentra dentro de la actividad práctica.
Como la razón práctica tiene interés por saber “qué debe hacerse” y/o “cómo debe actuarse”, una correcta apreciación de las circunstancias resulta imprescindible.
De la prudencia dependerá la forma en que actuemos en cada caso. Ahora bien, ¿qué pauta ocuparemos? ¿Qué nos señalará la dirección correcta? Dado que no cualquier obrar del sujeto es indiferente, o lo que es lo mismo, que no todo uso de la libertad es igualmente aceptable, la ética será la encargada de dárnosla.
No obstante, la mera enunciación de la ética no basta. En efecto, la ética, que para su mejor comprensión se expresa en normas –aunque puede descubrirse observando atentamente al ser humano—, es, por lo mismo, un precepto general. Siendo así, resulta evidente que, por su misma generalidad, sólo nos proporcionará una guía básica; que distará mucho de la solución específica para un caso determinado. ¿Qué hacer? La solución viene dada por la virtud de la prudencia: gracias a ella se podrá aplicar al caso concreto la norma general que resume un precepto ético, teniendo en cuenta los fines que se pretenden conseguir y los medios con los que se cuenta.
Un buen ejemplo al respecto es el del juez. Ante un caso puntual, por ejemplo un robo, sabe perfectamente qué norma o normas legales aplicar una vez que se han comprobado los hechos. Pero resulta claro que no podrá emplear la norma general de manera directa; antes bien, entrará a ponderar todas las circunstancias particulares de la especie para así adaptar esa norma general al caso concreto, y obtener una sentencia lo más
justa posible.
Debido a lo anterior, la prudencia no es deductiva. Dicho de manera muy simple, la deducción consiste en sacar conclusiones lógicas de un principio, pasando de lo general a lo particular. Por lo mismo, dichas conclusiones ya se encuentran implícitas en el principio. Esto puede expresarse diciendo que ante “tal” evento, con “tales” circunstancias, la consecuencia “lógica” será previsible precisamente por ser “lógica” y evidente; y de su resultado, por el mismo motivo, puede anticiparse un nuevo desenlace. Es decir, nos encontramos ante una cadena de causas y efectos que va desde lo más general a lo más particular. Debido a que las deducciones evidentes que se siguen de los principios –aun cuando signifique un gran esfuerzo intelectual llegar a ellas—ya se encontraban implícitas en aquéllos, no se adquiere un nuevo conocimiento en su aplicación sino que sólo se explicita uno que ya se tenía.
Aunque el razonamiento anterior es aplicable en los campos de la necesariedad, es decir, donde ante “tal” causa se dará “tal” efecto y no otro (la ciencia, por ejemplo), cuando nos referimos al actuar del hombre el terreno es completamente distinto. ¿La razón? A diferencia de la materia inerte o de los seres inferiores, el hombre posee libertad.
La libertad, que es original y originaria, supone una cierta indeterminación a efectos de prever los actos humanos. Las cosas pueden ser de una u otra manera y el terreno es el de lo contingente, es decir, de aquello que puede tener una multitud de variantes.
A lo sumo podrá pronosticarse de forma aproximada un posible comportamiento; pero jamás lo conoceremos con exactitud, hasta que haya ocurrido.
Por lo anterior, un sistema deductivo que pretenda anticipar con precisión matemática el futuro, no es aplicable al hombre precisamente porque es libre y no está determinado. Así, la prudencia no es deductiva.
Por el contrario, y precisamente por existir la libertad, es que se requiere de la prudencia: porque nos encontramos en el terreno de lo contingente y ante los mismos hechos existen varias alternativas. A decir verdad, lo cierto es que nunca nos encontramos con dos hechos exactamente iguales: siempre existen circunstancias especiales que les dan cierta originalidad. Por eso, no puede aplicarse un principio general “en serie” como si fuera una especie de “comodín”; antes bien, pese a existir una guía o pauta fundamental –la norma moral—, será imperioso buscar la solución particular que sirva al caso particular.
Ello se logrará mediante la prudencia, que aplicará el precepto general al caso concreto.
Lo que en cierta manera “incomoda” respecto a la prudencia es esta cierta indeterminación en la solución por la que se optará; es decir, en que no haya manera de prever exactamente qué hacer. Sin embargo, dicha indeterminación es el “precio” que debemos pagar a causa de nuestra libertad y el motivo por el cual requerimos, precisamente, de la prudencia.

4. La justicia
La justicia es el hábito que inclina a la voluntad a dar a cada uno lo suyo. Inspirado en esto, Santo Tomás de Aquino dice que es “la virtud permanente y constante de la voluntad que ordena al hombre en las cosas relacionadas al otro a darle lo que le corresponde.” De ahí viene “ajustar”, lo que denota cierta igualdad en relación a otro.
Todas las virtudes morales aspiran a un doble perfeccionamiento: subjetivo y objetivo. Esto es, tienden a perfeccionar al hombre –sujeto– y a sus acciones –objeto–. En este sentido la justicia es igual a las demás virtudes. Pero posee un rasgo que le es exclusivo y propio: con ella puede obtenerse la perfección objetiva de un acto sin necesidad de perfección subjetiva.
Las demás virtudes se refieren directa y esencialmente a la intención del agente, ya que su deseo es perfeccionar al hombre en relación a su fin (lo que no obsta, por cierto, a que se manifiesten en actos externos). En ellas importa sobre todo lo interior, pues el fin reside en el agente mismo. En la justicia, en cambio, la naturaleza de su objeto hace que la perfección y el valor estén dados y medidos no sólo por su relación con el sujeto actuante sino con un otro para quien la disposición moral de aquél es (o puede ser) indiferente. Es decir, refiere a otro antes que al agente.
En efecto, se da el nombre de justo a aquello que, realizando la rectitud de la justicia, es su expresión en un acto, sin tener en cuenta cómo lo ejecuta el agente (“cómo” en el sentido subjetivo). A diferencia de las demás virtudes, donde no se califica algo de recto sino en atención a ese cómo del agente, en la justicia su objeto se determina por sí mismo: aquello que llamamos lo justo. Tal es el caso del derecho, cuyo objeto evidente es la justicia.
Por ello, como el fin de la justicia es adecuar los actos externos con algo extrínseco al sujeto (el otro), “lo suyo” cabe que se cumpla sin la virtud interior. Dado que su contenido se ve en sentido objetivo, basta con ello.
Sin embargo, lo interior puede hacer más perfecto el acto, haciendo mejor al que actúa. Por lo mismo, la justicia es divisible en interior y exterior. Así, hay dos formas de cumplirla y con distintos efectos:
1) con ánimo justo, en el que existe una total perfección, ya que hay concordancia entre lo interno y lo externo, y existe realmente virtud; y 2) sin ánimo justo, o lo que es lo mismo, con ánimo hostil, en el que la acción externa, aunque justa, es solamente eso; pues no ha llevado aparejado el ánimo recto ni la virtud. El acto no deja de ser justo per es menos perfecto.
En este segundo caso, sólo el acto es bueno; en el primero, además se hace bueno el agente. Por ello, y desde otro ángulo, al segundo caso se le entiende un orden; y al primero, orden y virtud.
Por lo mismo, en el segundo cabe la coacción. Por ser un acto meramente externo, lo mínimo que se exige por la justicia en aras al bien común, será lícito conseguirlo aún a través de la coacción. Dicho en otros términos: como sus propiedades son la alteridad y la exigencia de un deber, pueden conseguirse incluso con el eventual uso de la fuerza.
¿Y la ley? La ley no es el derecho, ya que derecho es la cosa justa. La ley, a su servicio, viene a aclarar, concretar, concluir, determinar o adaptar al derecho en una fórmula racional, por ser la ley un acto de la razón. Por ello, para Santo Tomás la ley humana ocupa un lugar secundario: debe tener un contenido justo y propender a que a cada uno se le dé lo suyo en vistas al bien común.
El derecho, por su parte (el ius), y siguiendo a Aristóteles, es la cosa justa, aquello que se da o hace para otro. Es algo adecuado a otro según cierto modo de igualdad, sea por la naturaleza de las cosas o por la convención humana. Al ser el ius una “cosa”, se desprende que el derecho es el objeto de la justicia. La justicia, la virtud de dar a cada uno lo suyo, implica que hay que entregar –o hacer – “algo”; y ese “algo”, lo debido, es la cosa que se debe a otro; de lo que se concluye que esa “cosa” es el ius: el derecho, el objeto, aquello sobre lo que versa o recae la justicia. Por eso es que el derecho es el objeto de la justicia; y la ley viene a determinar, en el caso concreto, qué es lo debido, la cosa debida.
Por cierto, y vista así, la justicia sólo refiere a su parte externa, como orden, donde no se toma en cuenta el ánimo o disposición moral del obligado. Así se entiende que uno de sus requisitos sea que su contenido propenda a dar a cada uno su derecho, y no que la ley se quiera convertir en el derecho.
Santo Tomás distingue tres tipos de justicia:
1) Justicia legal o general. “General” por abrazar a todas las demás virtudes y orientarlas al bien común valiéndose de ellas; y “legal” porque sus exigencias son conocidas e impuestas por la ley. Exige el cumplimiento de las leyes y versa sobre lo que el individuo debe a la comunidad. Los particulares deben adaptar su comportamiento a dicho requerimiento, siempre que se derive de la ley natural, puesto que son partes del todo social y, por lo mismo, se ordenan a él.
Esta justicia es determinada por los gobernantes, guardadores del bien común, y por lo mismo, servidores de la comunidad. Siendo ellos los sujetos activos, indirectamente benefician a todos ya que su fin es el bien común.
2) Justicia distributiva. A la inversa de la justicia legal, aquí son los individuos los sujetos activos, puesto que al todo no le son indiferentes las partes. Es la sociedad la que distribuye
entre sus miembros lo que les debe en razón de un principio igualador. Pero igualdad no implica dar a todos lo mismo, pues el mérito de cada uno en relación a los demás es diferente. De ahí que exista una distribución proporcional, en que se ven las necesidades de cada uno, siendo su objeto los bienes y cargas que se asignan a cada individuo. Si bien las cargas podrían corresponder a la justicia legal, refieren a la distributiva porque en ellas entra en juego la proporción y no la mera reproducción “en serie”, como en la legal. Por  último, pese a estar orientada al bien de cada uno, indirectamente contribuye al bien común.
3) Justicia conmutativa o entre particulares, su fundamento es también la dignidad de la persona y el respeto mutuo derivado de ella. Rige en este campo la reciprocidad, es decir, que los derechos son equivalentes a los deberes; y la igualdad, que no refiere al mérito  sino que toma en cuenta exclusivamente el objeto, lo dado: la igualdad de cosa a cosa sin importar las partes, procurándose su equivalencia objetiva.
La justicia conmutativa se divide a su vez en:
a) justicia voluntaria, es decir, aquella que está referida al campo de los acuerdos, convenciones y contratos entre particulares, primando la voluntad de ellos para realizarlos o no; y b) justicia involuntaria, aquella en que se desea restablecer la igualdad debida en virtud de una reparación, pudiendo obligarse al sujeto pasivo en caso necesario, incluso por la fuerza.
Digamos, por último, que la justicia distributiva y la conmutativa están dentro de la justicia particular, en contraposición a la justicia general o legal.




CÓMO LOGRAR UNA FORMACIÓN INTEGRAL

Cómo Lograr una Formación Integral

http://www.hottopos.com/harvard1/como_lograr_una_formacion_integr.htm

CÓDIGO DEONTOLÓGICO DEL EDUCADOR

CÓDIGO DEONTOLÓGICO DEL EDUCADOR
INTRODUCCIÓN
La función educativa, en cuanto se centra en facilitar el crecimiento de los educandos en todos los aspectos formativos, como individuos y como seres sociales, conforma unade las profesiones más significativas y valiosas en la sociedad.
Los profesionales de la educación, docentes y pedagogos en general, precisan de una formación específica. de un ámbito sociológico de actuación, en el que los problemas de aprendizaje son su núcleo, de una autonomía y libertad de acción y, como consecuencia de los anteriores distintivos profesionales, en especial de la libertad de acción, necesitan de un compromiso con el bien, es decir, de un CÓDIGO DEONTOLÓGICO asumido, explícito y publicado.
La profesión educativa es compleja, difícilmente delimitable y plantea tantos interrogantes que sería imposible su regulación racional por meros principios jurídicos, dado que lo ético y lo jurídico, “sensu estricto”, no son plenamente coincidentes. Por otra parte, los principios éticos necesariamente presentes en el ejercicio profesional tienen una indudable orientación teleológica, conformando actitudes y valores e incidiendo, por tanto, en la necesidad de una autorregulación ética por medio de un CÓDIGO DEONTOLÓGICO libremente aceptado.
Supuesto que los profesionales de la educación son ciudadanos en plenitud de sus derechos y que las funciones que se les confía son de extraordinario valor para la colectividad y, como consecuencia, su tratamiento social y económico debe ser coherente con lo que se les confía y exige, se espera de ellos que, en el desempeño de sus funciones, como rasgo distintivo, no prime el ánimo de lucro, sino una orientación básica encaminada al bien común.
El educador, docente y pedagogo en general, tiene que ser consciente del valor y la dignidad que tiene todo ser humano, persiguiendo como objetivos en su ejercicio profesional:
a. La permanente búsqueda de lo verdadero y válido para el hombre.
b. La permanente preocupación por su perfeccionamiento profesional.
c. La continua promoción de los principios democráticos a partir de una buena convivencia y como base para ella.
d. Para conseguir estos objetivos es fundamental garantizar:
• La libertad de aprender.
• La libertad de enseñar.
• La igualdad de oportunidades educativas para todos.
El incentivo más importante que tiene el educador para realizar su trabajo y para que el proceso educativo sea eficaz reside en su compromiso deontológico que habrá que dar forma a su acción educativa en todos aquellos ámbitos donde actúe:
a. Ámbito de relación con el alumnado y educados en general.
b. Ámbito de relación con los padres y tutores.
c. Ámbito de la profesión.
d. Ámbito de relación con otros educadores.
e. Ámbito de la institución.
f. Ámbito social.
El punto principal de referencia, base de la deontología de educadores y pedagogos es el alumno, o educando en general, en sus aspectos de aprendizaje y formación integral como persona.
Se entiende que los principios deontológicos que se proclaman en este documento afectan a todos los profesionales de la educación, entendiendo como tales los Doctores, Licenciados, Diplomados Universitarios y otros titulados facultados por las leyes para ejercer la profesión, que desarrollan sus actividades en ámbitos relacionados con la educación formal o no formal, tanto en los aspectos reglados como en los no reglados, que abarcan desde las tareas docentes hasta aquellas relativas a la inspección, investigación, dirección, planificación, seguimiento, evaluación, tutoría, orientación, apoyo psicopedagógico, asesoramiento técnico, es decir, todas aquellas que contribuyan a asegurar la calidad de los procesos educativos.
DEBERES DEL EDUCADOR HACIA LOS EDUCANDOS.
• Procurar la autoformación y puesta al día en el dominio de las técnicas educativas, en la actualización científica y en general en el conocimiento de las técnicas profesionales.
• Establecer con los alumnos una relación de confianza comprensiva y exigente que fomente la autoestima y el desarrollo integral de la persona, así como el respeto a los demás.
• Promover la educación y formación integral de los educandos sin dejarse nunca inducir por intereses ajenos a la propia educación y formación, sean del tipo que sean.
• Trabajar para que todos lleguen a tener una formación que les permita integrarse positivamente en la sociedad que en la que han de vivir.
• Tratar a todos con total ecuanimidad, sin aceptar ni permitir prácticas discriminatorias por motivos de sexo, raza, religión, opiniones políticas, origen social, condiciones económicas, nivel intelectual, etc.
• Aportar los elementos necesarios para que los educandos conozcan críticamente su propia identidad cultural y respeten la de los demás.
• No adoctrinar ideológicamente y respetar en todo momento la dignidad del educando.
• Guardar el secreto profesional, no haciendo uso indebido de los datos que se disponga sobre el alumno o su familia.
• Poner a disposición de los alumnos todos sus conocimientos con ilusión y fomentar el máximo interés hacia el conocimiento y conservación de todo aquello que constituye el Patrimonio de la Humanidad.
• Favorecer la convivencia en los centros educativos, fomentando los cauces apropiados para resolver los conflictos que puedan surgir y evitando todo tipo de manifestación de violencia física o psíquica.
DEBERES DEL EDUCADOR HACIA LOS PADRES Y TUTORES.
• Respetar los derechos de las familias en la educación de sus hijos en lo que afecta a las cuestiones relativas a los valores y a las finalidades de la educación para poder incorporarlas a los proyectos educativos.
• Asumir la propia responsabilidad en aquellas materias que son de la estricta competencia profesional de los educadores.
• Evitar confrontaciones y actitudes negativas, siendo respetuoso con el pluralismo presente en los centros y en la sociedad.
• Favorecer la cooperación entre las familias y el profesorado, compartiendo la responsabilidad de la educación y estableciendo una relación de confianza que garantice el buen funcionamiento del centro y propicie la participación de los padres y las madres.
• Tener informados a los padres del proceso educativo de sus hijos, responder profesionalmente a sus demandas y, habiendo escuchado sus puntos de vista, darles las orientaciones que les permitan contribuir adecuadamente a la educación de sus hijos.
• Analizar con los padres el progreso de los alumnos respecto al desarrollo de su personalidad y consecución de finalidades y objetivos que se persiguen en cada una de las etapas, al mismo tiempo que colaborar en hacer más efectiva la educación para aquellos alumnos con necesidades educativas especiales.
• Respetar la confianza que los padres depositan en los docentes cuando hacen confidencias sobre circunstancias familiares o personales que afectan a los alumnos y mantener siempre una discreción total sobre estas informaciones.
DEBERES DEL EDUCADOR CON RESPECTO A LA PROFESIÓN
• Dedicarse al trabajo docente con plena conciencia del servicio que se presta a la sociedad.
• Promover su desarrollo profesional con actividades de formación permanente y de innovación e investigación educativa, teniendo en cuenta que esta cuestión constituye un deber y un derecho del educador. No sólo en su actividad individual sino también en su proyección hacia los demás formando claustro o equipo.
• Contribuir a la dignificación social de la profesión docente y asumir de forma correcta las responsabilidades y competencias propias de la profesión.
• Defender y hacer respetar los derechos inherentes a la profesión educativa (consideración social, económica, etc.).
• Contribuir, en la medida de las propias posibilidades a una práctica solidaria de la profesión.
• Esforzarse por adquirir y potenciar las cualidades que configuran el carácter propio y que son necesarias para el mejor cumplimiento de los deberes profesionales: autocontrol, paciencia, interés, curiosidad intelectual, etc.
• Mantener un dominio permanente de los principios básicos de su materia o área esforzándose por incorporar a su didáctica los avances científicos, pedagógicos y didácticos oportunos.
• Mantener una actitud crítica y reflexiva permanente hacia la propia actuación profesional, para garantizar un constante perfeccionamiento en todas sus actividades profesionales.
DEBERES DEL EDUCADOR HACIA LOS OTROS EDUCADORES.
• Crear un clima de confianza que potencie un buen trabajo en equipo y contribuir al buen funcionamiento de los órganos de participación, de coordinación y de dirección
• con objeto de garantizar una elevada calidad de enseñanza.
• Respetar el ejercicio profesional de los demás educadores sin interferir en su trabajo ni en su relación con los alumnos, padres y tutores.
• No hacer comentarios peyorativos sobre otros profesionales. En el caso de observarse ineptitudes, carencias o abusos en el ejercicio de la profesión, se usarán responsablemente vías adecuadas para su información y, en su caso corrección.
• Evitar obtener indebidamente ventajas sobre los compañeros de profesión.
• Considerar que tiene la condición de secreto profesional toda aquella información sobre los compañeros de trabajo que se haya adquirido en el ejercicio de cargos de responsabilidad directa, administrativa o profesional.
• Respetar y asumir el proyecto educativo del centro, como un deber inherente al
desempeño de la función docente dentro de los límites del precepto constitucional de la libertad de cátedra.
• Participar en la elaboración y realización de mejoras en la calidad de la enseñanza, en la investigación pedagógica y en el desarrollo y divulgación de métodos y técnicas para el ejercicio más adecuado de nuestra actividad educativa, con objeto de conseguir los mas elevados niveles de eficiencia.
• Respetar la autoridad de los órganos de gobierno del centro y colaborar al buen funcionamiento de los equipos pedagógicos, de la acción tutorial y de la acción orientadora.
• Participar en los órganos de gobierno del centro cuando así sea requerido.
• Promover actividades extraescolares, preparándolas y realizándolas con plena responsabilidad, y siempre con las debidas garantías jurídico-administrativas.
• Cooperar con las instituciones y asociaciones educativas dentro del amplio marco social de la educación.
• Participar activamente en las consultas que sobre temas de política educativa, organización escolar, o cualquier aspecto educativo promuevan las administraciones correspondientes.
DEBERES DEL EDUCADOR HACIA LA SOCIEDAD.
• Educar para una convivencia fundamentada en la igualdad de derechos y en la práctica de la justicia, de la tolerancia, del ejercicio de la libertad, de la paz y del respeto a la naturaleza. Para ello el educador colaborará para que estos valores se incluyan en los Proyectos Educativos de los Centros.
• Tener en la forma de actuar un estilo de vida democrático, asumiendo y promocionando los valores que afectan a la convivencia en sociedad: libertad, justicia, igualdad, pluralismo, tolerancia, comprensión, cooperación, respeto, sentido crítico, etc.
• Fomentar la creatividad, la iniciativa, la reflexión., la coherencia, la sensibilidad, la autonomía y la exigencia personal en los alumnos y en el propio trabajo profesional.
• Fomentar el correcto conocimiento y uso social de las lenguas y realizar un trabajo educativo que resalte los valores socioculturales de toda España y de cada una de las Autonomías que la constituyen.
• Procurar que el alumnado aprecie el valor del trabajo de todas las personas y contribuir mediante la orientación adecuada a lograr que cada alumno, conociendo y valorando las realidades del estudio y del trabajo, así como sus propias posibilidades, tome decisiones responsables ante sus opciones escolares
y profesionales.
• Colaborar de una manera efectiva en la dinamización de la vida sociocultural de su entorno, fomentando el conocimiento y la valoración de todos los aspectos sociales y culturales que puedan contribuir a la formación integral del alumno o educando en general.




REFLEXIONES SOBRE LA FORMACIÓN EN VALORES. LILIAN ARELLANO RODRÍGUEZ

Reflexiones sobre la formación en valores.
Lilian Arellano Rodríguez
Universidad Playa Ancha de Ciencias de la Educación
Somos seres morales; consustancialmente,  morales.
             La relación organismo –medio se sustenta en una estructura natural que, de modo predeterminado, le permite responder las suscitaciones que afectan su viabilidad. El animal es un ser reactivo; su vida está limitada por la capacidad de reacción a los estímulos del medio; no tiene más opción que la permitida por su dotación biológica: es un ser “ajustado”. Por lo mismo, podemos afirmar que en el animal no hay error de respuesta, no hay responsabilidad; no tiene que justificar su respuesta porque en él no existe la posibilidad de optar. Al gato no le queda más que hacer uso de sus garras para apresar la comida, defenderse o atacar ¿El ser humano? Su gama de posibilidades es inacabable; sólo depende de sus conocimientos, imaginación, voluntad, moral....   Puedo hacer uso de mis manos para sembrar mi alimento, hacer uso de tecnologías para conservarlo por años, crear industrias para luego comercializarlo; puedo usar cañas de pescar o barcos faeneros, rifles, trampas; puedo importar y exportar alimentos y adelantar artificialmente el desarrollo de las aves para obtener mayores beneficios económicos; también podemos mejorar la calidad del alimento y crear puestos de trabajo que beneficien a todos, a la par que hacer donaciones, en orden a colaborar con la salud y disminuir la desnutrición…
¿Qué acontece en nosotros?
De algún modo ya lo explicamos al aludir a una de las perspectivas fundamentales en que se debe sustentar la pedagogía, esto es, la perspectiva ética: Nosotros no respondemos a una mera afección de estímulos suscitadores del organismo; pues nuestra capacidad de inteligir nos coloca ante estímulos que sabemos, más allá de estimular, son reales independientemente de que nos estimulen o no. Precisando aún más, nos enfrentamos a realidades estimulantes y desde una realidad, la propia, que también la sabemos tal.  Por ello, ideamos proyectos, que cuentan con realidades que sólo existen en nuestro mundo interior... Ideamos inventar una vacuna para prevenir el cáncer, componer una canción o ahorrar para diseñar la “casa soñada.  Esta situación nos pone en un nivel de existencia que trasciende lo orgánico y lo inmediato, tanto espacial como temporalmente: una existencia que debe justificar sus respuestas ante sí y ante los demás, pues cada decisión nuestra afecta a muchos; tanto lo que decidimos hacer como lo que decidimos no hacer. Además, dado que somos conscientes de que la realidad no se agota en la estimulación; podemos pre-ocuparnos de ella y no sólo ocuparnos; podemos enfrentarnos a ella, esto es, ponerla frente a nosotros, de forma conceptual y/o imaginaria, de tal forma decidir qué hacer ante su próxima o muy futura estimulación. Así, se crean las AFP, en las cuales personas muy jóvenes, entregan parte de su remuneración, para cuando llegue la vejez.
 Libres del medio, en cuanto ante él nos preguntamos qué hacer, somos responsables de nuestra respuesta.  Por ello, ante una misma situación, se dan las más diversas actuaciones y consecuencias.  La opción es consustancial a nuestra existencia; también entonces su justificación. Debemos dar razón por la acción elegida y por el rechazo de las demás. Es esta nuestra condición moral ineludible. Tienes hambre... allí está la comida; pero no.... debes distribuirla para que todos puedan sobrevivir: Pre-ocupación, proyecto o planes, responsabilidad, consideración, fortaleza, prudencia, equidad... Todo eso y más, formaron parte de las decisiones tomadas por nuestros 33 mineros...

PRINCIPIOS DE LA EDUCACIÓN MORAL
Entrevista a Zigmunt Bauman (La liquidez en que vivimos)
a)  Debemos conocer la realidad, para direccionar nuestra creatividad y optar por aquellas respuestas que impliquen “cultivo de” y no “destrucción de”: Dar la espalda a la realidad es una actitud suicida y homicida de la cual somos inevitablemente responsables. Así, es suicida quien construye castillos en el aire, desconociendo el terreno; pues proyecta un futuro sin considerar la verdadera realidad. La imaginación pueril como es sabido es la que se pierde en ensoñaciones sin punto de apoyo en la realidad. En el film “La Carnada” de Bertrand Tavernier, los jóvenes proyectan, sin más, en menos de un año montar un negocio y hacerse millonarios… Son tres jóvenes; sólo uno de ellos –ella- trabaja atendiendo una boutique; se dan cuenta que así no juntarán el dinero necesario y han proyectado todo para “ahora, pronto”… Idean que ella atrape hombres millonarios; cuando la lleven al departamento, será cuestión de dejar la puerta abierta… ellos entrarán y sacarán el dinero… Resultado: un cruel asesinato pues no se convencen que la víctima no tenga dinero donde vive: emplean la fuerza para intentar hacerle hablar... Son tomados presos, navidad será la próxima semana… Ella, al ingresar a la comisaría y ver que el jefe de policía usa una costosa lapicera…  saca un papel para averiguar su teléfono…; aún piensa que el plan puede resultar y ser ricos  antes de navidad.  Por lo mismo,  el niño, en su inocencia, a fuerza de imaginar sin fundamento real que es Superman, se lanza por la ventana de un alto piso… Es un niño (un crío)… es nuestra responsabilidad.  No es lo mismo crianza que educación.  La educación requiere de la capacidad de discernir entre lo aparente y lo real, deducir las consecuencias y, luego, elegir…  En la crianza, el adulto (padres, profesores, médicos) deben elegir lo mejor, lo que es bueno para el crío y evitar lo que realmente es nocivo para él.
La imaginación creadora, madura, en cambio, se nutre de la realidad y trata de mejorarla o transformarla, pero considerando la naturaleza de ésta, su propia realidad, los condicionantes y las consecuencias de su acción.   Tal es tu real capacidad –sus debilidades y fortalezas-  tales son las oportunidades y amenazas a que se deberá enfrentar,, tales son las condiciones del momento y tales las consecuencias…  Podrías tener capacidad para pescar, bote, pero a lo mejor se anuncia un temporal o sería una desconsideración hacerlo cuando están en peligro de extinción o temporada de crías. Desconocer la realidad y construir la existencia a espaldas de ella es suicida y «homicida»: un peligro privado y público; bien porque, inmaduramente, proponen proyectos ilusorios, que acaban en la frustración de todos los que ilusamente se alistan confiados tras ellos; bien, porque inmoralmente se mueven en el engaño para propio beneficio.  Así, por ejemplo, es fácil que los traficantes de droga, en un principio las regalen para crear la adicción, pero ellos, en cambio, no las consumen; pues saben muy bien sus consecuencias.  En cualquier caso, por ignorancia, inmadurez o engaño, se trata de un peligro privado y público.  De ahí la importancia de, antes de tomar decisiones, conocer la verdadera realidad, proyectarla…
Por eso conviene experimentar la realidad cotidiana, informarse, recurrir a los aportes que hacen los distintos saberes y echar mano de la experiencia ajena, a través de la literatura, el cine, las artes plásticas, los medios de comunicación, la familia, los educadores. 

b) Debemos ser idealistas pero no utópicos o ilusorios: Un ideal es una idea de perfección sobre nuestro ser, nuestra existencia y el mundo… Su origen es la misma realidad, en cuanto desentrañada por una inteligencia que ha respetado su ser  esencial y, por lo mismo, vislumbra caminos para su cultivo, esto es, distingue entre nutrientes y nocivos.  Ninguna mente sana puede poner como ideal la violencia, la inequidad, la desconsideración, la drogadicción, el abandono; pues evidentemente son nocivos. 
“Sería idealismo positivo considerar que la historia humana se construye también con ideas e ideales, y que es puro conformismo, dejación de humanidad, resignarse a pensar que no hay más cera que la que arde, aferrarse con uñas y dientes a la vulgaridad y la ramplonería, tachando de ilusos a cuantos intentan abrir nuevos horizontes. (…). Una cosa es soñar utopías cuyo fracaso conduce a la frustración de los ideales por los que nacieron, otra bien distinta ampliar el ámbito de la realidad posible, para encontrar siempre ante cualquier problema una salida. Los enigmas excitan la imaginación y la razón creadoras; las aporías, los callejones sin salida bloquean las capacidades humanas y acaban matando el impulso vital.”, dice Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política, en la Universidad de Valencia.   (Cf. http://www.zubiri.info/cortina.htm )
Quienes de espalda a la realidad elevan una idea preconcebida como ideal, caen en un utopismo relativista, direccionado por intereses particulares, por ansias de poder o dominio sobre la realidad para su consumo o apropiación. Quienes dan la espalda a la realidad intentarán por todos los medios promover una masa de hombres no pensantes, no críticos, no creativos, sin ideales, sin convicciones morales: seres manipulados pero no educados.

c) Para educar en responsabilidad, debemos educar desde la realidad de un ser humano “situado”, que nos permita cumplir con aquellos tres momentos éticos de que habla Ignacio Ellacuría: hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella para que sea como debe ser.
Si queremos educar, debemos conocer la realidad que viven nuestros educandos; cómo la experimentan, qué sentido y valor le dan en el marco y horizonte históricos de sus vidas. Ser científicos es ser investigadores, indagadores de la realidad misma: es en la realidad donde encontraremos la explicación de lo que le acontece. Esto, que pareciera obvio, a veces parece olvidarse; pues son muchos los que hacen discursos sobre cómo educar sin mirar al educando real; sin interesarse por sus anhelos y temores, sus penas, alegrías y esperanzas o desesperanzas. La hipótesis, la variable determinada, la muestra, la fórmula estadística…; eficaces en el ámbito del mundo predeterminado y lógico - matemático; dejan de lado, desde el punto de partida, lo más esencial del ser humano: su toma de conciencia, su libertad, su vocación de dignidad, su alma, su mismidad… Por ello, se acumulan estadísticas y cientos o miles de investigaciones sociológicas sobre la pobreza y el hombre sigue indigente; lo mismo acontece con la educación…y con otras áreas humanas. Tratemos, entonces, de entender la realidad del educando, la nuestra y el mundo real en que nos encontramos situados.  No se trata de conceptos abstractos, ni de fórmulas preconcebidas; sino de experiencias únicas que ocurren en la historia de vida de personas también unas e íntimas.

c.1) «Hacerse cargo de la realidad» implica entender la situación real que tenemos ante nuestra mirada. Por ejemplo, entender la situación de agresión y falta de respeto ante la cual podríamos encontrarnos en una sala de clases: Entender sus causas, motivos que la impulsan, formas de expresión, situación familiar de los educandos… Estudiar la realidad de cara a ella, no es lo mismo que estudiarla en la abstracción de un discurso lineal sobre la violencia que puede aparecer en un libro.  No digo que el libro no sirva sino que es complemento… pero no sustituto de la realidad.  El libro puede aclararnos algunos conceptos, entregarnos algún lenguaje apropiado, algunas estrategias, precisamente, de acercamiento a la realidad que nos preocupa y la cual debemos indagar.  Recuerdo un profesor de cuarto básico que acudió a la Universidad para pedir una intervención en el curso del cual era profesor jefe… Se trataba de niños entre 9 y 11 años a quienes catalogó de tal indisciplina, que le eran “Incontrolables”.  Recuerdo haber partido con una dinámica que dio por resultado que ante un incendio, varios de ellos preferían esconderse en un armario o taparse con sábanas y dejarse morir… No había caso, no querían vivir ¿La razón? Producto de otra dinámica: la carta a un amigo desconocido y leal que guardaría el secreto: varios contaban que sólo molestaban en su hogar, que tenían miedo a la violencia del padre alcoholizado, la madre ya sin paciencia… Otros… acusaban ser abusados sexualmente y no ser creídos o encontrados culpables y no contar con el apoyo de la madre.  Uno de ellos, prometía salir de su flojera y tener la casa limpia, los platos lavados y ninguno roto, para cuando llegara su madre del trabajo, quien lo amenazaba con abandonarlo si no hacía bien las cosas… Y el profesor, que los veía a diario y ya por cuatro años, no tenía idea…
Para hacernos cargo de la realidad de cualquier realidad y llevarla hasta un salón de clases para tratarla con los alumnos y/o apoderados, sin herirlos, sin exponer sus vidas privadas, el cine nos entrega un aporte pedagógico incalculable; pues a través de su ficción podemos llevar, en un lapso de dos horas, la violencia tal cual se da en situaciones reales de vida: así, podemos presenciar la historia de una agresión física y psicológica desde sus inicios y hasta su culminación; aprehendiendo a través de ella lo que ocasiona el grito, la humillación, la tolerancia de lo intolerable y, al final, la liberación y la búsqueda de la identidad perdida. El cine, nos recrea una realidad sin desintegrarla; pues al igual que la vida real, hace uso de un lenguaje no lineal. Nos permite conocer todos los factores que inciden; la historia misma de cómo se fueron dando; los personajes involucrados y sus formas de actuar e influir en ella.
Una pedagogía experiencial necesita instalarnos en la realidad misma para que, por empatía, accedamos a ella experiencialmente; a través no sólo de una observación directa, sino íntimamente, esto es, haciéndola formar parte de nuestras propias experiencias de vida –acogiéndola- para luego entenderla comprensivamente.  A ello aludimos cuando decimos “me pongo en el lugar de”, “siento en carne propia lo que te ha pasado”.  Se trata, entonces, de imaginarse intelectiva, moral y afectivamente lo que otros han vivido; es lo que también se logra con las historias fílmicas que mágicamente, con el uso de los recursos del lenguaje cinematográfico, nos introducen en un mundo que, aunque sabemos ficticio, nos hace sentir lo que viven los personajes: nos enojamos con ellos, reímos, lloramos, criticamos, damos consejos… El espectador de cine, en la medida que conoce todos los elementos que conforman una situación: quienes son los buenos, los que mienten, los engañados, las intenciones de los personajes, sus fortalezas y debilidades, etc., entiende la realidad, por ello, puede “hacerse cargo” de ella y, seguidamente, “hacer los cargos que corresponda”, esto es, “cargar con la realidad”.

c.2) “Cargar con la realidad” implica determinar y analizar los distintos grados de responsabilidades que se articulan en una situación; distinguiendo entre causas, influencias y condiciones. La causa es la determinante. Si no tienes el don o virtud del canto, por ejemplo, jamás podrás cantar bien, aunque tengas la oportunidad de acceder a los mejores maestros de canto. Pero si cantas bien, la causa es tu don y tu esfuerzo por realizarlo; el maestro ha sido una buena y a lo mejor gran influencia o apoyo positivo, que ha facilitado la acción de la causa que es siempre íntima, pero no es determinante de tu realización; pues somos libres. Ahora bien, podrás saber cantar; pero si estás afónico o estás en un recinto donde se debe guardar silencio; hay que esperar o hacer algo para que cambien las condiciones.  En otras palabras, la causa es determinante; las influencias y condiciones, no.  Existiendo la causa –el talento- el ser humano puede superar toda influencia y condicionamientos, como  también puede no aprovechar las influencias y condicionamientos positivos: Tiene talento, lo medios óptimos para aprender, el tiempo y lugar apropiado, pero la falta de voluntad o inseguridad, inhibe la actuación de la causa, esto es, la actualización de su talento.  Superados los vicios o debilidades, podrá realizarse si lo hace “a tiempo”; pues algunos talentos son condicionados por el paso del tiempo, a tal punto, que se vuelven un “imposible de realizar”; ejemplo, el tenis a gran nivel, la danza.  Las causas son siempre íntimas o internas (La causa de que el vidrio se quiebre con una piedra es su fragilidad; si no fuera frágil, no se rompería ni con un balazo. Influencias para que la fragilidad actúe son muchas: agua hirviendo, un terremoto, un alunizaje…  Cargar la realidad, entonces, implica tener claridad sobre cuáles son las causas de un actuar y qué lo motiva o influye, condiciona.

c.3) “Encargarnos de la realidad” implica estar en condiciones de poder asumir la propia responsabilidad frente a quienes nos hemos comprometido. Somos educadores; algo debemos hacer frente al dolor, abandono,  violencia que sufren nuestros educandos; no podemos asumir una actitud de irresponsabilidad o de inoperancia. Ser responsables implica responder de las consecuencias de lo que hacemos y de lo que no hacemos. Por supuesto que para ello, tal como hemos visto, es necesario hacerse cargo de la realidad, luego cargar con ella y, ahora, encargarnos (responsabilizarnos) de ella; preguntarnos, entonces, qué debemos hacer ante tal situación.

Cuando damos espacio y derecho a cualquier acción injusta, sin hacer nada, no sólo aumentamos el daño a quien ha sido injustamente agredido, sino que dificultamos la convivencia en paz de un curso y damos lugar al mal ejemplo.  Recuerdo una noticia: Se informaba que tres estudiantes de enseñanza media habían abusado de una compañera delante de otros estudiantes que hicieron caso omiso de los gritos de auxilio e intentos de huida de la estudiante. Arrastrada por el suelo; fue reiteradamente abusada sobre un escritorio; en la misma sala de clases. ¿Los profesores? Pareciera que no existían. Resultado de esto y de la denuncia efectuada por la alumna y su madre, la víctima debió ser retirada del Liceo pues por razones obvias, no podía ni psicológica, ni moral o socialmente, seguir compartiendo con quienes la habían abusado y con quienes lo habían permitido. Sus victimarios, en cambio, siguieron en “su Liceo”, como si nada hubiese ocurrido…  En ética, a este actuar se llama “actuar mal con agravante de escándalo”, pues con el ejemplo se avala el mal actuar y no se corrige, con lo cual los observadores también son moralmente dañados.
Debemos asumir nuestra responsabilidad; atrevernos a mirar, ver y tomar las riendas para guiar a quienes nos corresponda por buenos caminos y, si no existen, construirlos… Buscar o crear un buen material en el cual los educandos descubran y logren discernir y entender el buen y mal actuar, la diferencia entre virtudes y vicios, se planteen dilemas éticos… Liderar para instar a otros a colaborar en la misma ruta, elaborar planes de acción o programas educativos y, así, formar en valores para erradicar la maleza y sanar las heridas de muchas almas. 
Alfonso López Quintás, afirmaba en el libro que escribiera junto a Gustavo Villapalos: “La responsabilidad es siempre proporcional a la dignidad. La dignidad de quien consagra su vida a orientar a niños y jóvenes es muy alta. Se hace responsable del futuro de estas personas y, consiguientemente, de la sociedad”

d) Antes de hacernos cargo de la realidad, debemos hacernos cargo de nosotros.
Entender o entendernos no es fácil. Por ahora, digámoslo en forma simple: Somos lo que hemos ido haciendo de nosotros a lo largo de nuestra trayectoria de vida; en ello debemos incluir lo que podíamos o debíamos haber sido y no fuimos y lo que podríamos o deberíamos ser y aún no realizamos. Generalmente, entender nuestro propio actuar personal, es mucho más complejo que entender el de otros… A veces, la explicación o comprensión de una actitud, decisión o comportamiento está en la interpretación o sentido que hemos dado en el pasado a una experiencia que, para otros, podría no tener mayor incidencia.  Analizarnos moralmente es difícil, influyen sentimientos y un pasado que no es recordado tal cual ocurrió.  Además, el pasado ya fue, no es modificable; la esperanza está en proyectar un futuro que aún no es.  Es algo que todo educador debe tener presente, para alentar al alumno a superarse y no aplastarlo, haciendo hincapié en el error ya pasado.   Veamos algo más sobre esta temática, donde es imposible separar la ética de la antropología:

La necesidad de reflexionar sobre la experiencia.
Nuestra vida es un continuo de experiencias o vivencias que van configurando lo que llamamos nuestra biografía o historia de vida. Se trata de experiencias de diversa envergadura o impacto; tanto para nuestra existencia como para la de los demás; experiencias no siempre reflexionadas que, sin embargo, pueden alcanzar el rango de acontecimientos, esto es, marcar el rumbo de nuestras vidas, con su carga de posibles e imposibles. Por ello, no es más sabio quien más ha vivido sino quien constantemente va extrayendo principios de vida a partir de lo experimentado. Podemos pasar por la vida o vivirla con mayor o menor profundidad, dependiendo de cuánto vayamos aprendiendo de la misma. Así, nuestra vida es la historia de nuestras experiencias y de la reflexión sobre ellas, lo que es también una experiencia: la experiencia de reflexionar sobre la experiencia. Así, no es lo mismo la experiencia de amar –estar amando- que la reflexión sobre qué significa amar o que amemos a tal o cual persona. Tengamos presente, entonces, que la reflexión sobre una experiencia será siempre sobre una experiencia pasada y que ese pasado podrá ser próximo o remoto.
Aclaremos que no reflexionar sobre nuestras experiencias de vida no significa que éstas sean algo oscuro o inconsciente. Quien en estos momentos está leyendo estas líneas no está reflexionando sobre su experiencia de leer, pues ello le impediría leer; pero ello no implica que su leer sea inconsciente. De hecho, si le preguntamos qué está haciendo, dirá: ”leyendo”. Lo habitual es, entonces, ser “conscientes no –reflexivos” respecto nuestras experiencias o acciones. La reflexión sobre nuestras experiencias nos lleva más allá que la toma de conciencia; implica el acto de volver la mirada hacia nuestro interior, hacia lo que nos está aconteciendo para analizarlo. La reflexión es una introspección, un volverse sobre sí mismo que puede revelarnos las causas, condicionamientos y elementos que están conformando nuestra forma de existir, en un momento de la historia de nuestras vidas, en una situación determinada. Esta reflexión podrá permitirnos descubrir, entender e incluso replantear el curso mismo de nuestras existencias; evaluar nuestros proyectos personales y la forma de llevarlos a cabo y, por último, extraer aquellos principios que nos orientarán en futuras decisiones y se constituirán como criterio de crecimiento, estancamiento o destrucción personal. Nos permite, en otras palabras, hacernos cargo de nuestra realidad.
 ¿Qué nos sucede, qué sentido tiene tal o cual decisión, qué significa tal acontecimiento o persona en nuestras vidas, qué experiencias nos hacen crecer y cuáles nos consumen, qué es lo más importante, qué debemos asumir y qué superar, cuáles han sido nuestros errores y aciertos y cuáles sus consecuencias? En fin, son muchas las reflexiones que necesitamos hacernos constantemente para no perdernos en un mundo cada vez más apremiante y conflictivo que, así como nos ofrece múltiples posibilidades, también nos pone cada vez mayores dificultades para alcanzarlas en forma honesta.
The insider (El informante).
 http://www.youtube.com/watch?v=DOKSrRdfkQM&feature=related
Sobre la ética del científico

d.2) Situacionalidad de la experiencia
                En cada una de nuestras experiencias está involucrado todo nuestro ser personal; no puede ser de otra manera; somos indivisibles: afectivos, inventivos, morales, intelectuales, sociales (familiares, amigos, adversarios, habitantes, ciudadanos, etc.), creyentes, más o menos saludables o vitales y todo ello en un constante y continuo acontecer que va conformando nuestra historia de vida. Indivisibles, complejos por nuestra riqueza de ser, únicos e íntimos, vivimos situaciones también únicas, que dan una tonalidad a nuestra existencia según sean predominantemente afectivas, morales, intelectuales, religiosas, sociales, corporales, estéticas, etc. Durante el nacimiento de un hijo, por ejemplo, para la madre predominará la dimensión afectiva, mientras para el médico la intelectual; pero, en ambos casos, está allí cada ser involucrado por entero en esa experiencia: su historia de vida, sus valores, sus conocimientos, su afectividad, sus creencias… Entender una experiencia de vida, implica tener presente todas sus dimensiones; sin olvidar que somos únicos e indivisibles, en situaciones de vida también únicas e irrepetibles. Una reflexión sobre nuestra experiencia debe considerar que ésta se da no en el vacío sino en un espacio y un tiempo determinado, que forman parte explicativa de la misma.

d.3) La reflexión sobre lo que nos acontece no es inmediata.
                No cabe duda la importancia de la reflexión sobre nuestras experiencias; sin embargo, es importante tener presente que la reflexión sobre éstas, no es inmediata ni fácil. A veces, la comprensión de algo experimentado cuando niños o jóvenes, lo entenderemos mucho más tarde; después de numerosas reflexiones e iguales aciertos y errores. Es más, recordemos que nuestra reflexión es sobre una experiencia necesariamente pasada; por lo cual "el sentido de una experiencia no llega en realidad a ser nunca decisivo o concluso. Y esto ocurre no sólo porque en el curso de la existencia alteramos la valoración de nuestros propios actos pasados; es que, de hecho, nuestras experiencias reobran sobre las anteriores, y por ello es posible que las valoremos, con el tiempo, de modo distinto." (E. Nicol en su "Psicología de las situaciones vitales”)
¿Cuánto tiene que pasar para entender una actitud, una decisión, una palabra o un silencio? Por ello debemos tener cuidado con nuestro sentido de culpabilidad, con el culpar o culparnos. Así, cuando hoy nos demos cuenta que fue un error la decisión de hablar o callar, hacer o no hacer esto o lo otro; también deberemos tener en cuenta que en ese entonces, tal vez, no teníamos la edad, la sabiduría de vida o conocimientos necesarios para percibir las cosas de otro modo; o, quizás, no se dieron las circunstancias que nos habrían permitido resolver esas situaciones de una manera más eficiente. Acaso hoy encontremos explicaciones o formas de actuar que habrían sido más certeras; pero es bueno tener presente que hoy somos otros. A modo de ejemplo, recordemos las situaciones presentadas en el film Mysterious Skin: Brian y Neil eran niños indefensos cuando fueron abusados por el entrenador; no podían responder de lo que por sus edades y circunstancias afectivas y familiares era para ellos imposible de entender y asumir de otra manera.
 Adele - Don't you remember
http://www.youtube.com/watch?v=_If00nv9xFA&feature=related
¿Cómo se hace cargo de la realidad, carga y encarga de la realidad?

e) El pasado que no pasa…
                Para nuestro tema – la pedagogía experiencial – nos interesa aclarar algo más la historicidad que nos conforma. En primer lugar, aclaremos que el pasado no es sólo lo que fuimos o hicimos; sino también lo que podíamos ser o hacer y no fuimos o hicimos y lo que sabíamos que no podíamos o no debíamos ser o hacer... ¿Recuerdan alguna experiencia al respecto y de qué forma hoy nos conforma como un posible o un imposible? Pero no es sólo lo que nos ha pasado lo que hoy nos conforma en una especie de estilo de ser, de existir y de habérselas con el mundo; sino nuestra forma de proyectar ese suceso. ¿La madurez adquirida al día de hoy, acaso no nos permitiría tener otra apreciación de los sucesos pasados y, consecuentemente, otra forma de vivir este presente y proyectar nuestro futuro?
                “De nuestras experiencias pasadas, unas son más próximas y otras más remotas a nuestro presente actual (…). Lo próximo a nuestro presente puede ser algo que distingamos como remoto en una sucesión temporal homogénea. E, inversamente, lo remoto en el tiempo puede ser, para nuestro presente actual, efectivamente más cercano. Por la función misma del recuerdo, las experiencias pasadas se aproximan a nuestro presente, alejando de él a otras; y el olvido las aleja a todas, unas más y otras menos rápida y totalmente. (…) Es la relación afectiva con el presente lo que determina casi siempre la proximidad o lejanía de una experiencia pasada respecto ese mismo presente. (…) Una experiencia pasada puede sernos próxima lo mismo si ella fue grata, o si su recuerdo es grato, que si fue desagradable.” (Ibíd. Pág. 55)

Por ello, antes decía que nuestra historia de vida no es lineal, no se lee a reglón seguido. Recuerdos y olvidos saltan espacios, uniendo tiempos lejanos, trayéndolos al presente y alejando otros, hasta hacerlos casi desaparecer…Por ello no hay medidas ni instrumentos válidos para cualificar el tiempo vivido por cada cual, cuán lejano o cuánto pasado ha vivido y cuánta experiencia ha “acumulado” . Las causas de la violencia no cabe duda que se encuentran en experiencias próximas que pueden encontrarse lejanas en el tiempo cronológico; en los inicios de la vida; en el pasado que no pasa… Sin embargo, no estamos determinados por el pasado pues somos, al mismo tiempo, lo que aún no somos.

f) La experiencia del futuro presente y como posibilidad.
Ser el mismo no es lo mismo que ser igual o idéntico. Nuevas experiencias nos presentan nuevas posibilidades y, por lo mismo, imposibilidades. Y si bien es cierto que hoy somos el resultado de las elecciones y rechazos realizados en el pasado, y que estos circunscriben nuestras posibilidades futuras; no menos cierto es que el pasado no nos limita, no nos cierra o determina nuestra mismidad abierta a los cambios, a lo distinto, a lo que antes no hemos sido o vivido. Podemos cambiar el curso de la historia de nuestras vidas, proyectarla de modo que nuevas experiencias la potencien en direcciones distintas a las hasta hoy llevadas.
Somos el mismo que se va construyendo día a día, por lo tanto, siempre distinto; siempre novedoso. El futuro, nos es primordial porque en él está la esperanza, el sentido y finalidad de nuestros afanes, de la educación; del paso de la violencia a la paz. Por ello, el hombre que siente no tener futuro posible; es un hombre "sin vida"; "preso de la desesperación", no espera nada; se deja estar. De ahí también la actitud heroica de quien sentenciado de muerte, vive con fuerza cada momento de su vida; de ahí lo sobrecogedor de sus últimas disposiciones y de ahí la diferencia entre quien ve la muerte como un tránsito y quien la ve como el fin de la existencia.
Si el futuro es lo que puedo llegar a ser o a hacer; si es posibilidad, es importante entonces preguntarse ¿Qué es lo que queremos hacer; quiénes queremos llegar a ser? Nicol dirá "Cuando la facultad de proyectar, agotada por las dificultades del presente, o por la oscuridad del porvenir, se rinde y exclamamos veremos lo que pasa, dejando que el futuro venga a nosotros, incluso entonces sabemos que algo va a ocurrir, que inexorablemente se va a producir una situación en la cual nos sentiremos inmersos, o de la cual seremos constituyentes. Pero no sabemos cuál va a ser ella" Es la incertidumbre agobiante; nos produce desazón, desconcierto, inseguridad. Nos gusta ser previsores incluso, manejar el factor sorpresa en lo que no es decisivo: el regalo o la fiesta sorpresa. Necesitamos la certeza de que lo fundamental de nuestras vidas seguirá un curso de continuidad que nos permite saber de antemano qué hacer, a qué atenernos. Los cambios bruscos nos provocan desconcierto; nos dejan en la crisis del cataclismo que puede ser físico, económico, afectivo, social, moral; etc.

g) Según como habitemos el espacio será nuestra experiencia.
¿Recuerdan algún rincón amado? ¿Recuerdan algún lugar al cual jamás quisieran volver, por muchas comodidades o lujos que éste les ofreciera? Habitamos el espacio; esto es, lo teñimos con nuestra historia de vida y éste, a su vez, nos hace saltar a pasados, provocándonos emociones, recuerdos, que pueden ser gratos o no. Por otra parte, podemos hablar de espacios acogedores o desacogedores; espacios que con su vestimenta, promueven la paz o la violencia. Somos personas que se inspiran en un paisaje o en habitaciones vestidas por experiencias en ellas tenidas. Por ello, el inventario de un lugar no tiene el mismo sentido o valor para dos personas.
Nos proyectamos no sólo según nuestros tiempos, sino en un lugar; en una circunstancia. No da lo mismo cualquier lugar para construir el hogar, para celebrar o para pasear por él. En un lugar somos extranjeros; en otros, estamos en lo nuestro… No es lo mismo invadir un lugar que cultivarlo: “Es el espíritu y no el cuerpo el que arraiga la tierra del lugar”, dice Nicol.
De acuerdo con lo expuesto hasta aquí, es claro que la sabiduría de vida, no dependerá de la edad, puesto que no depende de la cantidad de experiencias, sino del cómo integremos esa experiencia, cómo captemos su sentido de ascensión, de tal modo influya positivamente en nuestros propósitos y fortalecimiento. Muchas veces, no nos damos el tiempo para volvernos sobre nosotros mismos; a veces, por comodidad o temor a no saber cómo enfrentarnos; así el ser humano se va volviendo un inconsciente, se va bestializando. Reflexionar sobre nuestras experiencias vividas directamente o en la experimentación fílmica es también una experiencia; tratar de explicar esa experiencia también lo es…

 h) Educar es enseñar a descubrir y amar los valores – verdad, bien y belleza- de tal modo sean asumidos como principios de vida. Asumidos los valores, pasan a configuran nuestro ser conforme las virtudes. Es la educación como actitud de vida, donde el bien es bondad, la verdad es veracidad y la belleza es éxtasis.  Llamamos axiología a la disciplina filosófica que estudia los valores.  Esta disciplina, se sustenta en la antropología filosófica.  La relación educación con el bien moral, es estudiada por la ética y la relación con la belleza, por la estética.
"Enséñame"
http://www.youtube.com/watch?v=x6vz7ehHQew&feature=related

Principios de Ética General
1º   Haz el bien y evita el mal
2º  Principio de tolerancia: Desgraciadamente, dado que existe el  mal, cuando no hay alternativa alguna para evitar un mal mayor, se debe actuar conforme al mal menor.
3º   Se puede actuar mal por comisión u omisión, esto es, cuando se hace lo que no se debe hacer o cuando no se hace lo que se debe hacer.
4º   Para que haya mérito o culpabilidad de los actos, tiene que haber conocimiento o debiera haberlo y voluntad.
5º  Existen agravantes y atenuantes de lo actos:
      a)  Según la acción e intención:
      a)  Según la acción e intención:


ACTO   INTENCIÓN      MORALIDAD
Bueno   Buena   Bueno
Malo     Mala     Perverso
Bueno   Mala     Más malo
Malo     Buena   Menos malo

       Es más malo actuar contra alguien inocente o de actuar correcto,  que ante quien actúa mal.
 c) Más mal actúa quien tiene mayores conocimientos y mayores responsabilidades.
 d) Mayor es el mal cuando se atenta contra un bien mayor.
 e) Mayor es el mal si se hace con escándalo, esto es, se ufana de él y se trata de propagar.
 f)  Mayor es el mal si se actúa en contra de quienes somos responsables
 g) Mayor es el mal si se actúa contra un bien público o común que contra un bien particular.

          Educarse implica el reto de ascender en honestidad, en bondad de ser, en mérito de ser; implica, por lo mismo, la realización de virtudes.    Ahora bien, llamamos virtudes morales a las diversas formas que presenta la realización del bien, acorde las situaciones que debemos enfrentar durante el desarrollo de nuestra existencia. Así, hablamos de virtudes naturales cardinales o derivadas y de virtudes teologales o sobrenaturales. La educación en este sentido implica un reto moral, pues el bien no siempre es fácil de distinguir del mal; como tampoco es fácil superar la comodidad, conveniencias o placeres inmediatos que puede ofrecer el aparente bien o mal. Muchas veces el ser humano distingue entre lo bueno y lo malo, lo correcto o incorrecto; pero por debilidad cae en los vicios. Mientras las virtudes implican una real realización del auténtico ser que somos; los vicios implican una falta de auténtica realización que puede ocultarse tras la fachada de bienestar, poder, tener o placer.

            Prudencia, Fortaleza, Templanza, Justicia son las virtudes que llamamos naturales “cardinales”, por cuanto como los puntos cardinales, indican un camino de corrección a seguir (un camino educativo). Cada virtud cardinal se puede expresar a través de diferentes virtudes que , entonces, son llamadas “derivadas” La adjetivación de “naturales” es para diferenciarlas de las virtudes teologales o sobrenaturales que dicen relación directa con Dios, pues en Él tienen su origen y destino; así las virtudes de la fe, esperanza y caridad (camino de gracia, revelación y santidad).  Las virtudes cardinales naturales, en cambio, centran su realización en la voluntad del ser humano y en su relación del mismo con la naturaleza y con los demás hombres.  Imprudencia, Debilidad, Intemperancia e Injusticia; Infidelidad, desesperanza y odio, son las nominaciones que damos respectivamente a los vicios que caracterizan una existencia por oposición o ausencia de las respectivas virtudes. El estudio de la educación en relación con las virtudes teológicas y con el sentido final de la existencia o llamado Bien Final o Último, puede dar lugar a una perspectiva teológica de la educación.